Esta entrada no es aconsejable para hippies, yuppies, frikis, hipsters... Está escrita para amantes del Cine y del Teatro del grado 33. Porque vamos a tratar de una película, Campanadas a medianoche, perseguida por la mala suerte. Orson Welles como director era indiscutible, el British Film Institute lo escogió como el mejor director de la historia del cine, pero el cine es una industria y ahí patinaba bastante: sus películas cara a la taquilla dejaban mucho que desear y los productores no querían arriesgar su dinero con él. Al igual que a los hermanos Marx, le costó encontrar un caballo blanco, cosa que finalmente sucedió en España. Una vez rodada la película, lo peor estaba por venir: blanco y negro, de época, una cultura y unos personajes extraños que hablaban de una forma extraña y una crítica que la puso a los pies de los caballos. Un desastre. Por si faltaba algo, unos problemas legales dificultaron su distribución y, hasta hace poco, ha sido difícil verla.
Con cincuenta años de retraso la crítica la coloca, en algunas clasificaciones, entre las diez mejores películas de la historia. ¿Dónde estarán los críticos de antaño? Silencio sepulcral, nunca mejor dicho.
Se escuchan nítidamente las campanas y las ideas de Shakespeare sobre la amistad, el honor, la fidelidad y el sentido de Estado, hoy conceptos totalmente en desuso.
La película se rodó prácticamente en España, concretamente en Catalañazor y alrededores. Varias ciudades se disputan la localización del hayedo donde se rodó una de las escenas más emblemáticas de la película.
Por una casualidad al mismo tiempo y en las proximidades se rodaba Doctor Zhivago. Cuenta la leyenda que en alguna ocasión y después de alguna confraternización gastronómica y alcohólica, ambos equipos se dedicaron al envejecimiento del decorado principal. También cuenta la leyenda que este era un boceto del propio Welles, lo mismo que el vestuario principal. Todo esto debido a que el caballo blanco iba sobrecargado como también, según cuenta la leyenda, el resto del vestuario y atrezzo provenían de los rodajes de El Cid y La caída del Imperio Romano.
Por una casualidad al mismo tiempo y en las proximidades se rodaba Doctor Zhivago. Cuenta la leyenda que en alguna ocasión y después de alguna confraternización gastronómica y alcohólica, ambos equipos se dedicaron al envejecimiento del decorado principal. También cuenta la leyenda que este era un boceto del propio Welles, lo mismo que el vestuario principal. Todo esto debido a que el caballo blanco iba sobrecargado como también, según cuenta la leyenda, el resto del vestuario y atrezzo provenían de los rodajes de El Cid y La caída del Imperio Romano.
Esta penuria provocó un sistema de rodaje que Welles utilizó en otras películas: secuencias en las que parte de los protagonistas están de espaldas a la cámara. Al no poder contar con los actores, los sustituía por figurantes para no interrumpir el rodaje ya que nunca podía contar con todos al mismo tiempo.
En este sentido es muy conocida la anécdota de que por falta de recursos y para un película Shakesperiana tuvo que contratar actores escoceses. Podemos imaginarnos una película andaluza con actores gallegos. Un desastre.
Pero Welles hacía de estos problemas virtud. Para la batalla de Campanadas a medianoche apenas contó con algo más de un centenar de figurantes y sin embargo ha pasado a la historia del cine como una de las batallas mejor rodadas. Solo como anécdota, Fernando Fernán Gómez había rodado en La venganza de Don Mendo, el mismo efecto unos años antes en plan bufo: unos escasos figurantes pasando una y otra vez delante de la cámara pero sin querer engañar a nadie.
La base literaria de la película son varias obras teatrales de William Shakespeare que durante treinta años Welles refundió y utilizó en obras teatrales, monólogos, performances etc. Todo ello culminaría en Campanadas a medianoche que, por cierto, es un extracto de una cita de la obra, aquella que comienza "La de cosas que hemos visto".
El compositor recibió como pago, al no haber cash, los derechos de la banda sonora.
Y los intérpretes: muchos y muy buenos actores españoles en el reparto. De los Shakesperianos resaltar a John Gielgud, el Rey. Siempre se ha dicho que el número uno era Lawrence Olivier. Para mí, no. Al inefable Kenneth Brannagh y su alegre muchachada, ni los nombro.
Queda Wells/Falstaff. No hay separación posible, a lo largo del tiempo Orson fue creando un personaje y un físico a su medida. Estaría orgulloso de su logro. Para él, esta fue su mejor película.
P.D. Orson Welles fue un enamorado de España. Por deseo propio sus restos están enterrados en la finca de un torero amigo suyo. Grande, enorme, entre los más grandes.