CASABLANCA y Sospechosos habituales

Sospechoso(s) habitual(es)

         Lo he escogido como alias, nick, seudónimo o como se llame en esta nube de los blogs. Es en realidad una frase mítica, de una película mítica que se ha hecho, valga la redundancia, habitual.

          Aparece ya en muchas películas e incluso ha dado titulo a una de ellas relativamente reciente que no entrará nunca en lo que yo considero cine clasicón.

El problema reside en que no hay modo de saber si la frase se incluye como un guiño del director, un “homenaje” que es lo que dicen cuando se les descubre o una vulgar copia a ver si cuela. La mayor parte la última de las opciones, aunque lo negarán siempre.

            La frase pertenece a la película Casablanca. ¿Quien no ha visto la película? ¿Quién no la ha visto varias veces?.  La pronuncia el cínico Claude Rains cuando el protagonista, Bogart, mata al malvado oficial alemán que, a decir verdad, hacía tiempo que se lo estaba buscando .

             Casablanca tiene muchos padres; basada en una obra teatral titulada Todo el mundo va a Rick’s, comenzó con unos guionistas,  siguió con otros y al final varios de ellos que renunciaron o fueron despedidos, y ni siquiera aparecen en los créditos. Hasta tal punto llegó en caos en el rodaje que algunos dias, al comenzar, los actores no sabían que iban a rodar. Tampoco es cierto que se pronunciara la frase “Tócala otra vez, Sam” y hasta parece que el pianista de color era en realidad un percusionista. Que decir del final, se rodaron varios a ver cual quedaba mejor y  quedó el que todos conocemos. Dice la leyenda que dada la pobreza por culpa del presupuesto ( la película era de bajo costo) del aeropuerto, avión etc. se utilizaron figurantes de baja estatura para disimularlo.

             Michel Curtiz, el director, de origen centroeuropeo y afectado de pleno en la Segunda Guerra Mundial que transcurría mientras rodaba puso parte de su alma en la famosa escena de La Marsellesa , cosa nada extraña si se tiene en cuenta que parte de la figuración de la toma, eran exiliados.

              Casablanca es el ejemplo perfecto del cine clasicón, una película de relleno, de cupo diríamos de unos estudios, sin pretensiones con poco presupuesto y cuyo éxito sorprende a la propia empresa. Sin embargo pasan los años y ahí sigue

fruto del trabajo de unos auténticos profesionales, del genio de otros, de una inmejorable selección del reparto, de un glorioso blanco y negro, de una música imperecedera con o sin película. El tiempo  va pasando, pero no para Casablanca.