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domingo, 12 de mayo de 2019

DIECINUEVE CAÑONES

El temido capitán pirata, conocido por el sobrenombre de El Olonés en todos los mares, estaba satisfecho. Le había costado hasta el último de los doblones de oro que había obtenido de sus presas pero bajo sus pies tenía un velero bergantín nuevo, recién salido del astillero. Lonas- trapo como decían los marinos- nuevas sin un solo remiendo. La cabullería del mejor cáñamo que había podido encontrar y los cañones directamente de la fundición, relucientes y sin usar.
El único problema era la tripulación, llevaban ya muchos días en el mar y no habían encontrado ni una sola presa ¡y ellos vivían de eso! Las voces alteradas ya no solo eran bajo cubierta y sotto voce,  si no que se escuchaban claramente cuando se juntaban en el rancho y en los tiempos de calma cuando no había que marear las velas y atender a la jarcia. Desesperante y peligroso.
Inesperadamente, el mejor vigía- que era tuerto- gritó estentóreamente: ¡Una vela al frente por el cuadrante de babor!
 El Olonés tradujo mentalmente: ¡ Una presa!  Aún estaba muy lejos y poco más se podía apreciar pero la tripulación ya estaba enloquecida y se asomaba a las amuras, trepaba por los obenques y lanzaba exclamaciones en diferentes idiomas y dialectos.
-Tras ellos- dijo el capitán conectando después de muchos días con su tripulación. Tras las correspondientes correcciones se pusieron a seguir a la supuesta presa que era más lenta que su novísimo bergantín.
El capitán conforme se iban acercando, se percató de que el velero que le precedía era mayor que su embarcación, pero más lento. Quizás iba mejor armado que ellos por lo que su táctica invariable era el abordaje y que sus pendencieros filibusteros se encargasen de la  tripulación. Ahí tenía ventaja.
Cuando le hubo ganado el barlovento y lo tuvo a tiro, ordenó a su artillero de confianza que hiciera un disparo de advertencia para que se detuviera.
Fue obedecido pero el cañón explotó. Afortunadamente solo hubo dos bajas: el gaviero Maqroll, prácticamente un desconocido para la tripulación y el artillero Gunn muy apreciado porque su puntería les había proporcionado muchas presas.
No hubo respuesta de la posible presa, los despreciaban. Posiblemente tenían una cita importante en alta mar y no variaron su singladura.
El Olonés tenía un dilema: insistir con el riesgo de que el resto de los cañones fueran también defectuosos o retirarse. Optó por esto último.
-¡Orzad, orzad! El bergantín obedeció prestamente y viró por avante pasando por detrás de la popa de la presunta presa. El capitán se quedo petrificado al leer en el coronamiento de popa su nombre: Surprise. ¡La fragata del capitán Aubrey! El sotavento se le quedaba pequeño.
La mejor ocasión de su vida, un velero bergantín nuevo, con diez cañones por banda y el viento en popa…..