El temido capitán
pirata, conocido por el sobrenombre de El
Olonés en todos los mares, estaba satisfecho. Le había costado hasta el último
de los doblones de oro que había obtenido de sus presas pero bajo sus pies tenía
un velero bergantín nuevo, recién salido del astillero. Lonas- trapo como
decían los marinos- nuevas sin un solo remiendo. La cabullería del mejor cáñamo
que había podido encontrar y los cañones directamente de la fundición,
relucientes y sin usar.
El único
problema era la tripulación, llevaban ya muchos días en el mar y no habían
encontrado ni una sola presa ¡y ellos vivían de eso! Las voces alteradas ya no
solo eran bajo cubierta y sotto voce, si no que se escuchaban claramente cuando se
juntaban en el rancho y en los tiempos de calma cuando no había que marear las
velas y atender a la jarcia. Desesperante y peligroso.
Inesperadamente,
el mejor vigía- que era tuerto- gritó estentóreamente: ¡Una vela al frente por
el cuadrante de babor!
El Olonés tradujo mentalmente: ¡ Una presa! Aún estaba muy lejos y poco más se podía
apreciar pero la tripulación ya estaba enloquecida y se asomaba a las amuras,
trepaba por los obenques y lanzaba exclamaciones en diferentes idiomas y dialectos.
-Tras ellos-
dijo el capitán conectando después de muchos días con su tripulación. Tras las
correspondientes correcciones se pusieron a seguir a la supuesta presa que era
más lenta que su novísimo bergantín.
El capitán
conforme se iban acercando, se percató de que el velero que le precedía era
mayor que su embarcación, pero más lento. Quizás iba mejor armado que ellos por
lo que su táctica invariable era el abordaje y que sus pendencieros
filibusteros se encargasen de la tripulación.
Ahí tenía ventaja.
Cuando le
hubo ganado el barlovento y lo tuvo a tiro, ordenó a su artillero de confianza
que hiciera un disparo de advertencia para que se detuviera.
Fue obedecido
pero el cañón explotó. Afortunadamente solo hubo dos bajas: el gaviero Maqroll,
prácticamente un desconocido para la tripulación y el artillero Gunn muy
apreciado porque su puntería les había proporcionado muchas presas.
No hubo
respuesta de la posible presa, los despreciaban. Posiblemente tenían una cita importante
en alta mar y no variaron su singladura.
El Olonés tenía un dilema: insistir con el
riesgo de que el resto de los cañones fueran también defectuosos o retirarse.
Optó por esto último.
-¡Orzad,
orzad! El bergantín obedeció prestamente y viró por avante pasando por detrás
de la popa de la presunta presa. El capitán se quedo petrificado al leer en el
coronamiento de popa su nombre: Surprise.
¡La fragata del capitán Aubrey! El sotavento se le quedaba pequeño.
La mejor
ocasión de su vida, un velero bergantín nuevo, con diez cañones por banda y el
viento en popa…..